Una «democracia» sorda y un silencio cómplice

A pocos años de la desactivación (que no desarticulación) del GAL, Rafael Vera vuelve a pisar las calles tras una brevísima estancia en prisión. El recuerdo de un periodo continuo de «malversación» de fondos públicos; de asesinatos sumarísimos bajo el nombre del GAL; de persecusión a medios de comunicación y periodistas vascos; de los escándalos sobre espionaje político del antiguo CESID; de las tramas de narcotráfico en Intxaurrondo, y algunos más, nada puede hacer pensar a nuestra pulcra y noble magistratura que el responsable de la seguridad del estado en tan negro periodo confiera peligro alguno para la seguridad de los ciudadanos. Es por ello, que no esperaron un instante, al igual que con Amedo y Dominguez (todo el GAL investigado) en promover su puesta en libertad.

 

La falta de diligencia por parte de la Audiencia Nacional contra los impulsores y cómplices de la guerra sucia contrasta con la actitud hacia los presos comunistas y los presos vascos.

Después de cumplidos larguísimos periódos de condena, y de una forma cínica, el Estado modifica la ley llevando hasta la perpetuidad el castigo contra un colectivo que es hoy por hoy, una parte importante del proceso que el gobierno presume haber impulsado en Euskal-Herria y del que tan pocos gestos parece mostrar el Ejecutivo.

Por otra parte, se incrementó en los últimos años los procesos contra miembros del «democraticamente» ilegalizado PCE(r), no solamente en el estado español sino fuera de nuestras fronteras.

Hoy cuando el preso vasco Iñaki de Juana Chaos ronda los cuarenta dias de huelga de hambre solicitando la libertad tras el cumplimiento de su condena, y la presa del PCE (r) Josefina García continúa en prisión tras haber sufrido tres infartos consecutivos, cabría preguntarse dónde están los partidos y sindicatos que presumen de un glorioso pasado en defensa del cumplimiento de la justicia y la libertad.

El abanico parlamentario parece estar sordo y mudo. Ni una voz, ni un susurro. La situación carcelaria mantiene el ritmo normal y exigido que sus señorias anhelan.

Si nuestra «democracia» está sorda; nuestros representantes «obreros» parecen mudos.

Una mudez que no oculta el encubrimiento de una complicidad.

10/08/06

Iskra Digital

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