Bangladesh: ¿Continuidad o revolución?

A comienzos de mes, la noticia de que la primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, huía del país tras 15 años de mandato ininterrumpido sacudió las tertulias internacionales.

Según los medios de comunicación burgueses, el detonante de las numerosas protestas que sacudieron el país durante cuatro semanas, y que según parece dejaron tras de sí 400 fallecidos y más de 10.000 detenidos, fue el restablecimiento del sistema de cuotas de los cargos públicos. Rápidamente, se ha establecido para el país un gobierno de transición encabezado por Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz bajo el patrocinio de Bill Clinton. Sin embargo, como suele suceder, los mamporreros del capital apenas arañan la superficie de la realidad en la República Popular de Bangladesh.

Según el Fondo Monetario Internacional (octubre, 2023), Bangladesh ocupa el puesto número 33 en cuanto a PIB nominal. Pese a esto, sus más de 171 millones de habitantes viven en condiciones muy miserables y la pobreza se extiende a lo largo y ancho de sus más de 147.000 km2.. Todo ello, además, en un contexto político que se ha ido volviendo progresivamente más autoritario con el paso de los años y de los gobiernos de la Liga Awami.

Bangladesh es de esos países mal llamados pobres, pues es increíblemente rico en cuanto a recursos naturales se refiere. Su sector agrícola es sumamente prolífico y las necesidades nutritivas de su población podrían ser fácilmente resueltas pese a ser uno de los países más poblados del mundo. No obstante, la carestía es generalizada, especialmente en las zonas rurales, con problemas de malnutrición y hambre por culpa de una clase burguesa terrateniente que controla la mayoría de la propiedad de la tierra y, gracias a ello, directa o indirectamente también el poder ejecutivo.

Por su parte, el sector textil aporta más de 13% del PIB de Bangladesh. La confección textil y los productos relacionados suponen más del 92% de los ingresos por exportaciones, alcanzando los 46.992 millones de dólares en 2023.

Mientras el Estado se nutre de la explotación asalariada, la clase trabajadora bangladeshí se encuentra completamente desprotegida ante la violencia de la clase burguesa. Las condiciones en las fabricas son miserables, con salarios bajísimos, explotación infantil y sin ninguna clase de prevención de riesgos laborales. Todo ello propiciado por el férreo control que ejercen en el mercado textil del país importantes conglomerados empresariales como Ha-meem Group, Noman Group, Beximco Textile Division Limited, Square Textile y DBL Group, es decir, H&M, GAP, Zara, Tommy Hilfiger, IKEA, Calvin Klein, Puma, Decathlon, Walmart o Levi’s, entre otros.

El sector textil, uno de los pilares de la economía del país, se erige así como una muestra clara de la cruel explotación de la burguesía sobre el proletariado, con condiciones laborales y salarios inhumanos, así como una enorme represión y persecución al movimiento obrero organizado. Al mismo tiempo, se produce el enriquecimiento de grandes marcas internacionales al estar la economía bangladeshí profundamente integrada en el mercado global bajo términos desiguales, funcionando como un centro de producción de precios reducidos y derechos laborales insignificantes en beneficio de las economías del imperialismo occidental; los principales clientes del país son Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, España y Francia.

No es extraño que este contexto tan cruento provoque la cólera del proletariado, que se ha manifestado durante las últimas semanas en forma de intensas protesta promovidas, en un inicio, por el sector más joven de la clase obrera, contra la explotación inherente en el modo de producción capitalista, las políticas abusivas del gobierno de Sheikh Hasina, las abismales desigualdades económicas, la pobreza y la represión estatal en connivencia con los intereses de la burguesía nacional e internacional.

Llegados a este punto, no son pocas las organizaciones que dentro del movimiento obrero aplauden la caída del gobierno y esperan que se inicie ahora un periodo de transición que conduzca al país a un nuevo estadio democrático. Sin embargo, los comunistas sabemos que la solución para los graves problemas que atraviesa Bangladesh no pueden resolverse por medio de reformas en el estrecho marco del capitalismo moribundo, sino que es necesaria una transformación radical, es decir, la superación del orden social reinante y su derrocamiento revolucionario, donde se socialicen los medios de producción, se nieguen los derechos a la clase social burguesa y se libere al pueblo bangladeshí de las cadenas de la explotación asalariada y el imperialismo.

Las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista y la pugna entre bloques imperialistas por hacerse con el control de la economía de Bangladesh hacen que, por el momento, exista un cierto grado de vacío de poder. Esto tratará de resolverse de forma rápida mediante la convocatoria de nuevas elecciones, con el objetivo de calmar los ánimos revolucionarios de las amplias masas proletarias y correr un tupido velo frente a la crisis política, social y económica reinante.

Aunque el gobierno de transición encabezado por Muhammad Yunus trate de aparentar un perfil democrático frente al autoritarismo de la Liga Awami, la realidad es que este filántropo no es más que un banquero que se enriqueció a costa del sector más pobre del proletariado y forma parte de la misma clase dominante que somete despiadadamente a los trabajadores de Bangladesh, aunque hasta ahora su facción no dominara el gobierno del país.

No es de extrañar las alabanza que recibe desde los medios de comunicación, ya que es un fiel defensor del sistema capitalista y, lo que es más importante, sus intereses están plenamente alineados con los de Washington, lo que alegra enormemente a los capitalistas occidentales frente a sus rivales económicos como China e India.

La caída de Sheik Hasina marca el punto y final del movimiento espontáneo contra el modo de producción capitalista. Ahora, los estudiantes y trabajadores de Bangladesh tienen ante sí una disyuntiva muy clara: “democracia” capitalista o democracia obrera.

 

“En ningún país capitalista civilizado existe la «democracia en general», pues lo que existe en ellos es únicamente la democracia burguesa, y de lo que se trata no es de la «democracia en general», sino de la dictadura de la clase, es decir, del proletariado, sobre los opresores y los explotadores”

 –  Vladímir Ilich Uliánov, Lenin

 

Madrid, 19 de agosto de 2024

 

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O. E.)

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