En memoria del camarada Kim Il-Sung
Hace 110 años, el 15 de abril de 1912, nació el camarada Kim Il-sung.
Su figura fue clave para cambiar el curso nacionalista del movimiento antijaponés de liberación nacional hacia el camino del comunismo, como así lo exigía la situación tras el Levantamiento Popular del primero de marzo de 1919.
Con 20 años recién cumplidos, fundó la Guerrilla Popular Antijaponesa – que tenía como precedente el Ejército Revolucionario de Corea, la primera organización armada marxista-leninista del país, y muchas otras organizaciones revolucionarias que sirvieron para cimentar una sólida base que posteriormente daría forma a la guerrilla –. Su objetivo principal siempre fue derrotar mediante la lucha armada revolucionaria a los imperialistas japoneses, los cuales venían ocupando la nación coreana durante más de dos décadas y donde desplegaron el terror blanco más atroz, con una cruel explotación del pueblo coreano y con una privación de todas las libertades políticas elementales: libertad de palabra, de prensa, de reunión y asociación, junto con asaltos, saqueos y quemas de aldeas, lo que suponía detenciones, encarcelamientos y asesinatos en masa contra la población y los líderes revolucionarios. En este contexto tan cruento, el camarada Kim Il-sung organizó la respuesta de obreros y campesinos bajo la dirección de los comunistas coreanos contra la barbarie del fascista del imperialismo japonés.
El camarada Kim Il-sung siempre estuvo luchando para despertar la conciencia política de las masas populares y traducir esa conciencia en una organización que disciplinara a las amplias masas obreras y campesinas en la lucha armada, en la lucha del marxismo-leninismo, para librar a la patria y al pueblo de Corea del yugo colonial, imperialista y fascista japonés para conseguir la tan ansiada independencia y liberación nacional.
Posteriormente, lideró la Guerra de Liberación de la Patria coreana y al Gobierno de la República Popular Democrática de Corea hacia la victoria contra las fuerzas del imperialismo en la década de 1950. Tras contener la invasión del enemigo, el Ejército Popular llevó a cabo un decisivo contraataque y barrió con las fuerzas del gobierno títere de Syngman Rhee, el cual había desatado una guerra fratricida y se oponía a toda costa a la reunificación pacífica de la patria coreana siguiendo las órdenes de los Estados Unidos.
El pueblo coreano pagó un alto precio para no volver a ser esclavos de los imperialistas, pues ya en 1950 los Estados Unidos prohibieron todo el comercio con el país al tiempo que practicaban un auténtico genocidio para evitar la liberación de la patria coreana y su unificación. Durante los tres años que duró la guerra, Estados Unidos lanzó sobre la Península de Corea más bombas – 635.000 toneladas – y más napalm – 32.557 toneladas – que durante toda la campaña del Pacífico contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, aniquilando al 20% de la población, quemando cada pueblo que encontraban los americanos a su paso, bombardeando cada granja, hospital y fábrica que localizaban, y asesinando a más de 3 millones de civiles. Pese a esta enorme adversidad, el pueblo coreano, que tuvo la valentía para levantarse resueltamente a luchar por su libertad e independencia, salió victorioso y consiguió rechazar la agresión armada de las fuerzas del imperialismo norteamericano, cabecilla del imperialismo mundial. Además, la victoria coreana puso de relieve ante el mundo la naturaleza agresiva y la bestialidad del imperialismo e hizo pedazos el mito de la invencibilidad del imperialismo estadounidense.
Tras la guerra, el camarada Kim Il-sung movilizó al Partido del Trabajo de Corea y al pueblo para restaurar la economía nacional destruida y construir las bases del socialismo. Estados Unidos, que afirmó que Corea no se levantaría ni en cien años, padece hoy día una de las mayores crisis de su historia, mientras que el legado del camarada Kim Il-sung se mantiene en pie, consolidándose política, económica y militarmente pese a las enormes dificultades que conlleva construir el socialismo en un contexto internacional dominado por el capitalismo monopolista, las maniobras contrarias a la independencia de las masas populares y el anticomunismo.
Uno de sus legados más valiosos fue la Declaración de Pyongyang, titulada Defendamos y llevemos adelante la causa socialista, que supuso un documento histórico contra los imperialistas y reaccionarios, y que contempla una de las necesidades más urgentes para el proletariado: la reconstrucción del movimiento comunista internacional.
Su infinita lealtad a la revolución, así como su capacidad para organizar un ejército revolucionario y popular, son valiosos ejemplos para todos los revolucionarios del mundo.
¡VIVA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!
Madrid, 15 de abril de 2022
SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)