Hace 40 años. EL 17 DE JUNIO DE 1970 EL»GRITO DE ZEMLA» SUPUSO LA PRIMERA MANIFESTACIÓN DEL NACIONALISMO SAHARAUI
UNA MANIFESTACIÓN POPULAR AL MARGEN DE LA QUE OFICIALMENTE HABÍA CONVOCADO EL GOBIERNO COLONIAL FUE REPRIMIDA A TIROS, CAUSANDO MUERTOS Y HERIDOS Y QUEBRANDO LA CONFIANZA DE LOS SAHARAUIS EN LA PROMESAS DE MADRID
EL HECHO MÁS VERGONZOSO FUE LA «DESAPARICIÓN» DEL LÍDER SAHARAUI BASSIRI, UN CRIMEN QUE NINGÚN GOBIERNO ESPAÑOL HA ACLARADO TODAVÍA
Ocurrió un día de finales de junio de 1970. El calor empezaba a resultar bochornoso a primeras horas de la mañana en España cuando los madrugadores compraban su periódico preferido. Escondida entre un rincón de cualquier página interior, aparecía una nota oficial remitida por el Ministerio de Información y Turismo que rezaba:
«El pasado miércoles, día 17, a las 11 de la mañana, se celebró en El Aaiún una manifestación de adhesión a España que se desarrolló dentro del mayor orden y entusiasmo y a la que concurrió la mayor parte de la población y tribus vecinas. En la tarde del mismo día, un grupo de jóvenes, movidos por agitadores extranjeros, provocó disturbios que tuvieron que ser reprimidos por las fuerzas de orden público, las cuales al responder a varios disparos de pistola ocasionaron dos muertos de raza negra, que no han sido identificados como saharauis. En los momentos actuales reina la más completa tranquilidad y las autoridades judiciales proceden al esclarecimiento de los hechos»
De este modo fue como los españoles nos enteramos puesto que la misma nota fue remitida a todos los demás periódicos, emisoras de radio y TVE- del sangriento incidente habido el Sáhara español. Como cabe suponer, nadie fue capaz, ante una información tan escueta y desfigurada, de dar el valor exacto a lo que había ocurrido, ni de intuir que aquel hecho que se pretendía hacer pasar como algo irrelevante, iba a cambiar el futuro de nuestra última dependencia colonial.
Una política de descolonización errática y contradictoria
Tras la incorporación de España a la ONU -1 de diciembre de 1955- y de la carta que el Secretario General remitió el 24 de febrero de 1956 a los nuevos países ingresados entonces preguntándoles si administraban territorios no autónomos España inició una política errática y contradictoria, con la comisión de abundantes errores.
Por una parte y finalizada la guerra de Ifni España hubo de entregar a Marruecos la zona comprendida entre el paralelo 27º 401 y el río Draa, que Francia nos había adjudicado en 1912 como «zona sur del protectorado de España en Marruecos», a pesar de su carácter eminentemente saharaui y de su ancestral independencia con respecto a la autoridad de los sultanes. Por otra, el gobierno de Madrid optó por la provincialización de las colonias africanas, un maquillaje copiado de Portugal que no engañó a nadie.
De este modo y tras la aprobación el 14 de diciembre de 1960 de la «declaración sobre la concesión de independencia a los países y pueblos coloniales» Madrid declaró que no poesía territorios no autónomos pero, curiosa y contradictoriamente, no se negó a facilitar información sobre las «provincias africanas». La razón estribaba en que «mientras en Nueva York la política colonial española daba ese giro liberal y trataba de acoplarse al ritmo cada vez más acelerado del proceso descolonizador, en Madrid la Presidencia del Gobierno proseguía, impasible, su descabellada política asimilacionista»(1).
A todo ello habría que sumar las pretensiones anexionistas de Maruecos, puesto que la corona alauita había asumido como propia la tesis del «Gran Marruecos» defendida El Fassi que pretendía expandir las fronteras hasta el río Senegal.
Nacimiento del nacionalismo saharaui
El año 1970 marcó un punto de inflexión por el aparente acuerdo entre Marruecos y Argelia (cumbre de Tlemecen Hassan II-Bumedien), entre el primero de esos países y Mauritania (cumbre de Casablanca Hassan II-Uld Daddah) y entre los tres países (cumbre de Nuadhibú Hassán II-Uld Daddah-Bumedien). Como entre tanto España, en aplicación de la entonces todavía vigente política descolonizadora de Castiella, había «retrocedido» Ifni otra teórica «provincia»- a Marruecos, por lo que no resulta extraño que los saharauis comenzasen a abrigar una cierta desconfianza sobre los propósitos que pudiese albergar la metrópoli con respecto a su país. En ese contexto fue surgiendo como fenómeno natural un movimiento nacionalista que tuvo su primer fermento no en el interior del Sáhara español, sino en la zona cedida a Marruecos en 1958, y más concretamente en la ciudad de Tantan.
Para entonces había madurado ya su pensamiento un joven saharaui nacido precisamente en Tantan y perteneciente a la fracción de Lemuadenim de la tribu de los Erguibat, la más numerosa del Sáhara. Se llamaba Bassir Mohammed uld Hach Brahim uld Lebser y había cursado sus estudios en Maraqués, Rabat, Casablanca y El Cairo. Basiri, como así era conocido, llegó a Smara en 1968 después de haber puesto pies en polvorosa desde Marruecos, donde ciertos artículos prosaharuis publicados en la prensa habían empezado a marcarle como sospechoso (aunque algún autor ha puesto en duda este último punto) (2).
Basiri se sumergió den el caldo de cultivo de una sociedad como la saharaui que empezaba a interrogarse sobre su futuro e intentó dar respuesta a ello promoviendo un movimiento inicialmente conocido como Organización Avanzada para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro que empezaría a andar a finales de 1969 y tuvo tanto éxito que en sólo medio año consiguió cerca de 4.700 afiliados.
Diego Aguirre puntualiza que «los objetivos no eran, desde luego, ni la lucha armada, ni siquiera la independencia inmediata, estando dirigidos hacia una autonomía interna, no bien definida, aunque no dejaban de contener un proyecto futuro de independencia; buscaban el protagonismo popular, con supresión de los dirigentes tradicionales, tendiendo a la creación de una entidad nacional capaz de afirmarse ante la indefinición española y las ambiciones exteriores» (3) .
La administración española tuvo puntual conocimiento del nacimiento del partido e incluso del protagonismo de Basiri en él, pero optó por ignorarlo. «Lo que escapó a la percepción política del gobierno es de nuevo Diego Aguirre quien lo explica- fue la amplitud y profundidad de un movimiento popular de afirmación de la nacionalidad, deformada la óptica oficial por las declaraciones de españolismo de los nativos y por una errónea estimación de la capacidad saharaui para aglutinase y actuar por sí mismos» (4).
Coincidiendo con la presencia del Ministro español López Bravo en Nuadibú -12 de junio de 1970- para la inauguración con el presidente mauritano Uld Dadah de IMAPEC, una empresa mixta de explotación de los recursos pesqueros, los miembros del partido presentaron una carta al Gobernador General en la que le exponían respetuosamente sus reivindicaciones e incluso le pidieron audiencia, que les fue denegada por su carácter ilegal.
Una manifestación que se convierte en dos
En este contexto el Gobierno General no tuvo mejor idea que organizar para el 17 una manifestación de repudio a los anexionismos exteriores de y apoyo a la política española, que debía celebrarse en la Plaza de España de El Aaiún a mediodía. Una ocasión de oro para que los miembros de la OALS pudieran concentrarse en la capital de la provincia sin que nadie se alarmara.
En el barrio periférico de Zemla o Jatarrambla, también conocido como Casas de Piedra, se había ido concentrando desde el día anterior una multitud en torno a las jaimas montadas al efecto, que cantaba y expresaba su júbilo. El Gobierno General intentó que los concurrentes se sumaran a la manifestación oficial e incluso el Gobernador General, Pérez de Lema, se tomó la molestia de desplazarse hasta el lugar para dialogar con aquellos, sin que tuviera mejor fortuna, por lo que dispuso la disolución de esa concentración nativa.
Dejemos que sea la fría prosa del capitán de servicio la que describa lo que ocurrió a partir de las cinco y media de la tarde:
«Se ordenó el despliegue de vehículos, quedando a unos 500 metros aproximadamente de la concentración de naturales: fue haciéndose una aproximación lenta y siendo recibidos por una lluvia de piedras, procediéndose a la detención de Buda Uld Ahamed Uld Hamuadi, De Erguibat Suaad; De Ahamed Uld Caid Salah, De Au Musa U. Ali Y De H0ssein Uld Aal Uld Hossein, de Erguibat-Ulad Musa, que iban en la cabeza de la concentración. A petición del Delegado Gubernativo se ordenó cargar contra la concentración y hacer fuego al aire para disolver la misma. Dado que no retrocedían y la lluvia de piedras y agresión con palos a las Fuerzas de Orden Público era copiosa, como igualmente varios disparos de arma corta, hubo que replegarse y volver a cargar sucesivamente, llegándose a una situación de contención, con una separación de 100 metros de inmovilización por ambas partes, recibiendo la orden del Delegado Gubernativo de mantenernos en esta situación hasta que se informase al Mando y procediéndose a la evacuación de tres heridos por arma de fuego de los nativos, como igualmente de las Fuerzas de Orden Público por pedradasŠ Sobre las 19,30 horas hizo su aparición una Compañía del Tercio, mandada por el capitán Arcocha; interrogado éste sobre su presencia en dicho lugar, me contestó que tenía órdenes de disolver la concentración, ordenando él, el despliegue de sus Fuerzas, rebasando nuestra línea de contención. En tal situación se personó en el lugar, de los hechos el Comandante Jefe de la Policía TerritorialŠ dándole novedades; la compañía del Tercio continuó su avance lento, estando ya muy cerca se hizo fuego al aire, siendo agredidos con piedras y palos, al igual que la anterior Fuerzas (sic) de Policía, en cuyo momento se vio que caían a tierra algunos nativos, dándose a la fuga todos los concentrados y siendo perseguidos por la compañía del Tercio. Por orden del Comandante Jefe, se envió un coche a buscar ambulancias procediéndose a retirar en las mismas dos muertos y unos veinte heridos y derribándose el campamento de jaimas de la concentración»(5).
Diego Aguirre puntualiza que «parece comprobado que hubo a lo sumo cuatro muertos y 21 heridos, sin que se llegaran a conocer nombres concretos que hicieran aumentar la cifra» (6) y aclara que, en todo caso, «las descargas habían partido del lado español y las pedradas de los saharauis» (7) lo que le permite sentenciar: «A nadie se le ocultó que una época, apacible, pero falsa, había concluido» (8). De la misma opinión fue el maestro nacional Carmelo Moya, a la sazón Delegado Provincial de Juventudes y director del Colegio Menor quien, después de ver como huían sus alumnos ente el temor de represalias, confesó al Gobernador: «Mi general, hoy hemos perdido el Sáhara» (9).
La «desaparición» de Basiri
Hubo numerosos encarcelamientos y deportaciones pero, siguiendo la tradición colonial española, tras el rigor inicial llegó la benevolencia y los encausados fueron saliendo en libertad. Quien no llegó a disfrutarla fue Basiri, cuya «expulsión» a Marruecos ordenada por el Gobierno General ocultó algo mucho más siniestro. Tomás Bárbulo lo ha relatado con excelente estilo:
«La luna apuraba el cuarto menguante en el cielo de El Aaiún el 29 de julio de 1970. El reloj del comandante Asensi, ayudante del Gobernador Pérez de Lema, recién nombrado Delegado Provincial de Seguridad, marcaba las 4.30 de la madrugada cuando se presentó con dos Land Rover con capota de lona en el portalón del cuartel de Artillería. A bordo de los vehículos iba una patrulla formada por legionarios del Tercio Juan de Austria, a las órdenes de un capitán y de un brigada adscritos al Cuartel General. Del calabozo, situado en la misma entrada del regimiento, junto a la garita del centinela, sacaron a un hombre bajo. La capucha de la chilaba ocultaba su rostro barbado. Llevaba una bolsa de plástico en una mano y no iba esposado. Le hicieron subir a uno de los vehículos. La temperatura era dulce (18 grados centígrados) y El Aaiún estaba dormido y a oscuras. La comitiva cruzó el centro de la ciudad y enfiló la carretera de la playa. Pasó frente al aeropuerto y, a unos 10 kilómetros, torció a la derecha, hacia la cadena de dunas que corre paralela al Atlántico. Al pie de una de aquellas masas de arena, el prisionero fue obligado a descender del coche. Le ordenaron avanzar a la luz de los faros. Esa fue la última vez que alguien vio con vida al padre del nacionalismo saharaui. Tenía 28 años y se llamaba Bassir Mohamed uld Hach Brahim uld Lebser, aunque era conocido entre los suyos como BasiriŠ Las revelaciones de tres personas que conocieron el suceso por boca de testigos presenciales han sido claves para reconstruir su final. Todas ellas han preservado el anonimato hablando a través de monseñor Félix Erviti, penúltimo prefecto apostólico para el Sáhara Occidental, y acogiéndose al secreto de confesión: entre los viejos soldados del ejército de África sus testimonios serían considerados una delación. Yo me he comprometido a respetar su código a cambio de la verdad. Pero si alguien busca una evidencia podrá hallarla bajo las dunas que bordean la carretera entre El Aaiún y la playa» (10).
El cuadragésimo aniversario de aquel hecho histórico que marcó un antes y un después en la historia del Sáhara Occidental nos da pie a formular dos propuestas: la primera, que un gobierno español restablezca la verdad y ordene el esclarecimiento de aquella «desaparición» que, como la ejecución del duque de Enghien por Napoleón, fue «peor que un crimen, un error». Y la segunda que, siguiendo la tradición de la historiografía hispánica que ha consagrado con el nombre de «grito deŠ» (Dolores, Yara, Baire, Lares) a determinados hechos que supusieron el punto de partida de los movimientos emancipadores de algunos pueblos americanos, los hechos ocurridos el 17 de junio de 1970 en el barrio aaiunés de Zemla, Jatarrambla o Casas de Piedra sean conocidos en lo sucesivos como el «grito de Zemla».
PABLO-IGNACIO DE DALMASES
(Master en Historia Contemporánea, periodista)