Bielorrusia: En el punto de mira del imperialismo

I. Bielorrusia: aproximación histórica

 

El 27 de julio de 1990, Bielorrusia proclamaba su soberanía con respecto a la Unión Soviética y al año siguiente, el 25 de agosto de 1991, declaraba oficialmente su independencia, siendo Stanislau Shushkevich designado presidente. El desmantelamiento de la Unión Soviética, ya en su fase social-imperialista, tuvo su culminación con la reunión que celebraron en diciembre de 1991 Boris Yeltsin junto a los presidentes de Ucrania – Leonid Kravchuk – y Bielorrusia – Stanislau Shushkevich –, conocido como el Acuerdo de Belavezha.

Fue en las elecciones presidenciales de 1994 donde Alexander Lukashenko, cuya política exterior buscaba un acercamiento con Rusia en detrimento de Occidente, fue elegido presidente. Desde entonces, muchas son las metáforas que se usan para hablar o calificar la etapa histórica que atraviesa Bielorrusia desde 1994 hasta la actualidad, siendo «la última dictadura de Europa» la preferida este año por los medios al servicio del imperialismo estadounidense y europeo para socavar la soberanía del país; para exportar su “libertad” y su “democracia” a dicho país.

La posición geopolítica de Bielorrusia es interesante; de espaldas a Europa y con tendencias prorrusas. Un territorio que la Unión Europea ansía tener en la palma de su mano y cuya presión se realiza de forma constante tanto en materia económica como política, a la vez que se promocionan candidatos opositores favorables a Occidente, y con el fin de provocar una “revolución democrática” como la acontecida en Ucrania, resultando, como ya sabemos los comunistas, en una fascistificación del país.

II. Las sanciones de la Unión Europea y las elecciones

 

Desde 1994, los diferentes resultados cosechados por Lukashenko han sido avasalladores. Del mismo modo, los enfrentamientos de Lukashenko con la UE han sido cuantiosos, pues la UE no dudó en imponer un régimen de sanciones políticas y comerciales al objeto de boicotear el país.

Ya en 1998 se prohibió a los altos cargos del gobierno bielorruso la entrada al territorio de la UE, a lo que se suma la elaboración de una lista con los nombres de los “colaboradores del régimen” que no obtendrían visados de entrada en UE; lista que se fue incrementando a lo largo del tiempo. Al no postrarse a las exigencias “democráticas” europeas, Benita Ferrero-Waldner, militante destacada del derechista Partido Popular de Austria, y que en 1999 era la encargada de las relaciones exteriores y la política de vecindad, afirmó que el sistema político bielorruso se quedaba fuera de “la familia de naciones europeas”, reforzando así la UE las sanciones hacia el país.

Fue a partir de 2004 cuando estados profundamente anticomunistas como Lituania comenzaron a ejercer presión para “democratizar” al país (entendemos democratizar por impulsar una revolución de colores que elimine a Lukashenko e imponga un gobierno servil a los EE. UU. y la UE, de clara tendencia neoliberal o fascista, con las consecuentes políticas anticomunistas). Por ello, la estrategia de la UE se enfocó en la intensificación de contactos con los opositores y a la desviación de recursos económicos para financiarlos; en el período 2005-2006, 2 millones de euros se distribuyeron a través del Programa TACIS para “necesidades de la población y refuerzo de la democracia”.

El 23 de febrero de 2005, la delegación del Parlamento Europeo diseñó un “Plan de acción para promover la democracia en Belarús”. La propuesta de la UE estaba clara, “democratizar” el país a cambio de los innumerables beneficios que aporta la Política de Vecindad Europea (facilidades de desplazamiento, cooperación transfronteriza, rescates económicos, apoyo explícito para entrar en la Organización Mundial del Comercio, etc.), es decir, la estafa que todos los países han sufrido, orquestado por las burguesías nacionales y que, en el caso de Bielorrusia, se hubiera traducido en la privatización de las empresas nacionales, el desmantelamiento del sistema social y la reorientación geoestratégica hacia Occidente, e incluso puede que la fuerte industria basada en la exportación de maquinaria pesada hubiese sido desmantelada, al igual que se destruyó el tejido industrial español durante los gobiernos de Felipe González.

La respuesta ante el ofrecimiento europeo fue nula, lo que provocó la cólera de la “democrática” UE a través de la Posición Común 2006/276/PESC[1], que aumentaría las medidas restrictivas hacia Lukashenko y los funcionarios de la administración del país, prohibiéndoles la entrada y tránsito por el territorio de los Estados miembros, así como medidas de presión económica como la congelación de los fondos y recursos económicos cuya propiedad, control o tenencia correspondía a esas mismas personas, entidades u organismos por medio del Reglamento (CE) n.º 765/2006[2]

Ante la incapacidad para controlar el país, se desarrolló una nueva estrategia en los comicios del 19 de marzo de 2006: que la oposición concurriese de manera unida, siendo en esa ocasión el candidato Aleksander Milinkevich. Los resultados dieron la victoria a Lukashenko con un 82’3% de los votos, frente al 5’8% de los votos cosechados por el líder opositor. Desde entonces, las denuncias y acusaciones de fraude electoral fueron una constante.

De nuevo, en las elecciones parlamentarias de septiembre de 2008, que significaron un desastre mayor para la oposición al no lograr ni uno de los 110 escaños de la Cámara Baja, finalizaron con acusaciones de fraude, pese a que incluso los observadores internacionales e instituciones europeas concluyeron que las fuerzas opositoras no se encontraron con trabas ni represión. Por tanto, podemos observar claramente que la intentona imperialista de conseguir un golpe de Estado en Bielorrusia es algo que se lleva orquestando desde hace más de una década y que no es algo nuevo con los resultados que se han obtenido de las elecciones presidenciales del pasado 9 de agosto, donde Lukashenko obtuvo el 80% de los votos frente a la oposición “feminista y democrática” de Svetlana Tijanóvskaya, que obtuvo poco más del 10% de los votos y que contó con la esperada promoción por parte de medios derechistas y progresistas a partes iguales[3].

Por otro lado, el apoyo a los candidatos de la oposición es cuanto menos poco creíble de ser en favor de la democracia, pues, aparte de condenar a Lukashenko, han sido países fervientemente anticomunistas como Polonia, Lituania, Ucrania o la oposición venezolana quienes han brindado especial apoyo a la oposición bielorrusa.

III. El petróleo

 

Estas ansias “democratizadoras” del imperialismo norteamericano, de la UE y los adláteres de éstos se multiplican tras el descubrimiento de dos yacimientos petrolíferos en el sureste de Bielorrusia, estimándose entre ambos yacimientos unas reservas de más de 2’5 millones de toneladas de crudo, sin descartar el descubrimiento de más yacimientos de petróleo. Sin duda, estos ingredientes, unido a los estrechos vínculos del país con Rusia, hacen que los imperialistas estadounidenses y de la UE no duden en sacar toda su parafernalia golpista, al objeto de sentar las bases para cambiar la dirección política del Estado bielorruso colocando a una marioneta reaccionaria, o abiertamente fascista, en el poder. Hemos visto que la agresión imperialista norteamericana y europea es una constante contra ese país desde hace décadas, sin embargo, la agudización de las contradicciones imperialistas y la bancarrota de la economía mundial, del capitalismo monopolista, acentúan la necesidad de las potencias imperialistas en declive, como son la UE y EE. UU., de desestabilizar dicho país exsoviético. De este modo, viendo que las sanciones, bloqueos, no arrojan el resultado apetecido por las potencias imperialistas decadentes, sacan el esquema clásico del golpismo del manual de la CIA: denuncias por doquier de fraude electoral, no reconocimiento de los resultados, presión internacional contra el país, etc.

Desde el Partido Comunista Obrero Español (PCOE) manifestamos nuestro apoyo hacia los comunistas bielorrusos y condenamos frontalmente las injerencias imperialistas en el país. Así mismo, expresamos nuestra completa solidaridad con todos los pueblos del mundo en la defensa de su soberanía nacional y hacia el legítimo gobierno de Bielorrusia, objetivo actual de las fuerzas reaccionarias internacionales.

 

Madrid, 14 de agosto de 2020

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

 

Referencias

[1] Consejo de la UE, Posición Común 2006/276/PESC, de 10 de diciembre de 2006, relativa a la adopción de medidas restrictivas contra determinados funcionarios de Belarús, DO L 101, 11.4.2006, p. 5.

[2] Reglamento (CE) n.º 765/2006 del Consejo, de 18 de mayo de 2006, relativo a la adopción de medidas restrictivas contra el presidente Lukashenko y determinados funcionarios de Belarús, DO L 101, 11.4.2006, p. 5, modificado en último lugar por el Reglamento (CE) n.º 646/2008, de 8 de julio de 2008, DO L 180, 9.7.2008, p.5

[3] Bustos, Á. (9 de agosto de 2020). Tres mujeres contra “el último dictador de Europa”. Público. Recuperado en: https://www.publico.es/internacional/elecciones-bielorrusia-tres-mujeres-dictador-europa.html

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