Mujeres revolucionarias a la vanguardia del proletariado

Con motivo del 8 de marzo se ha querido realizar el presente documento, el cual tiene un objetivo muy claro: reivindicar el papel de la mujer revolucionaria en el movimiento obrero.

De este modo y atendiendo al contexto histórico, se pretende destacar no solo el enorme desarrollo que provocaron estas mujeres en el estudio de las particularidades en la cuestión de género, sino también su lucha por la emancipación de las mujeres y su participación teórica y práctica en ámbitos tan masculinizados como la política, la economía o la educación.

Nos centraremos en seis mujeres que consideramos claros ejemplos de este avance en la conquista femenina del espacio público: Eleanor Marx, Clara Zetkin, Nadezhda Krupscaya, Rosa Luxemburgo, Aleksandra Kollontái e Inessa Armand. Todas ellas, a través de su arduo trabajo, contribuyeron a la incorporación de la mujer en el movimiento obrero, de la necesidad de las mujeres en sus filas, y abrieron las puertas del Socialismo a próximas generaciones de revolucionarias.

 

Contexto histórico

 

La historia, para quien se aleje del materialismo histórico, puede verse como un amasijo de periodos de paz y guerras, de periodos oscuros de estancamiento y periodos de progreso, de constantes cambios políticos, sociales, económicos y culturales. Ahí es donde se revela la necesidad del marxismo al proporcionarnos el hilo conductor que armoniza lo que en apariencia se presenta como un caos: la lucha de clases.

No es casualidad que varias de las mayores dirigentes comunistas de la historia fueran contemporáneas. El periodo que abarca entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX se encuentra entre los periodos más revolucionarios de la historia, y tampoco es casualidad que esto se produjera al concluir la transición entre el feudalismo y el capitalismo; el periodo histórico que comparten estas revolucionarias no era sino el siguiente estadio de la historia.

Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas chocan con las relaciones de producción existentes, y las contradicciones entre estas estallan siempre en forma de revoluciones. Fue bajo el calor de las revoluciones industriales cuando se desarrollaron las fuerzas productivas necesarias y fue la eliminación de los estamentos sociales y la ruptura con el Antiguo Régimen lo que dividió finalmente a la sociedad en dos clases antagónicas, entre burgueses y proletarios. Así, las aspiraciones de una parte de la sociedad chocaban frontalmente con las aspiraciones de otros, pues la moderna sociedad burguesa, salida de las ruinas de la vieja sociedad feudal, no abolió las contradicciones existentes entre poseedores y desposeídos, las contradicciones entre clases.

Y con la configuración de un nuevo modo de producción se erige una nueva superestructura a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. Estas condiciones fueron las que permitieron en un primer momento cambiar la esfera de actuación de las mujeres trabajadoras, pasando a tomar gradualmente un papel más importante en el proceso productivo, siendo esta incorporación a la producción social de mercancías la que constituye el primer paso para su emancipación. A diferencia de las mujeres burguesas, cuyas condiciones e intereses eran radicalmente distintos a los de las mujeres trabajadoras, fue la adopción de un papel más predominante en el proceso productivo el que dio las condiciones materiales para que mujeres de clase obrera alzaran su voz.

El auge de las mujeres proletarias revolucionarias no era sólo inevitable y forzoso, sino imprescindible, insustituible e irremplazable. Era necesario acabar con la doble opresión que sufrían las obreras. Sin la abolición de la propiedad privada y la liquidación de la sociedad de clases, las mujeres no podrán liberarse de las cadenas que las apresan, no podrán tomar las riendas de su propio destino.

Las grandes mujeres revolucionarias que traemos a continuación entendían esto y dieron su vida a la causa de la revolución y el comunismo, con colosales aportaciones a la lucha teórica y práctica por la emancipación revolucionaria de la clase obrera y, por ende, también de la mujer.

 

Eleanor Marx (1855-1898)

“El partido real de las mujeres, el partido socialista, comprende las causas económicas de la precaria posición de la mujer trabajadora y llama a las obreras a unirse a la lucha común junto a los hombres de su clase contra el enemigo común. Los hombres y las mujeres de la burguesía capitalista”[1]

 

Eleanor Marx fue secretaria de su padre (Karl Marx) y profesora en una academia femenina de Inglaterra.

Dedicó gran parte de su vida al activismo social y político, destacando su papel en la organización sindical de Gasworkers’ Union y en la fundación de la Liga Socialista.

Con su trabajo como traductora y escritora ayudó a la expansión del conocimiento marxista, conservando obras y manuscritos de su padre, traduciéndolas y aportando sus propias reflexiones a este campo.

En este sentido, cabe mencionar su obra La cuestión de la mujer[2] que escribió junto a Edward Aveling en 1886. En ella, Marx y Aveling exponen algunos aspectos de la realidad de las mujeres en el sistema capitalista y como ésta solo podrá cambiar con el socialismo.

Hablan de una sociedad agitada y en estado de descomposición en la que las relaciones entre hombres y mujeres son uno de los más claros ejemplos de la quiebra moral. En ella, las particularidades de la situación de la mujer descansan sobre las relaciones de producción de la estructura económica. La mujer, oprimida y sometida a la tiranía masculina, deberá trabajar por su emancipación.

Rompen con el biologicismo de las debilidades femeninas y lo tiznan de un claro oportunismo, ya que se utiliza como argumento para que reciban salarios menores, pero no sirve para que se elimine la esclavitud de la mujer en el hogar.

Entre el hombre y la mujer no se da una relación libre y de pleno acuerdo, por tanto, la vida familiar se atrofia. Los matrimonios basados en las transacciones comerciales creaban una dependencia económica de la mujer hacia el marido. Se trataba de una servidumbre fruto de las estructuras económicas del sistema capitalista. Es la mujer, guardiana del hogar, la que cuidará a los hijos durante años y sin descanso, sin esperanzas de realizarse plenamente, perpetuamente bajo la misma atmósfera de trabajo y tristeza. Todo ello mientras el divorcio era más que improbable siendo igualmente perjudicial para ella, ya que significaría sumergirla en la pobreza más absoluta.

Establecen que se trata de una sociedad en la que las mujeres están sexualmente reprimidas y las relaciones sexuales eran un tema tabú. Todo esto se les suministraban a los hombres los medios para satisfacer su instinto sexual a través de la mercantilización de los cuerpos femeninos, aprovechando la vulnerabilidad económica de las mujeres.

Defendieron que solo con la destrucción del capitalismo y el establecimiento de una nueva infraestructura, el socialismo, cambiarán las relaciones de producción y se creará un marco que propiciará la liberación de la mujer trabajadora. Solo así podrá existir la verdadera igualdad. Las mujeres serán independientes y tendrán acceso a la misma educación y oportunidades que los hombres. Podrán dedicarse al arte o la ciencia, a enseñar o escribir, o a divertirse de cualquier forma. La prostitución habrá desaparecido y la unión entre hombres y mujeres se basará en el amor, el respeto, el acuerdo intelectual y el dominio de las necesidades de la vida. La mujer no será esclava del hombre y el divorcio no será necesario.

 

Clara Zetkin (1857-1933)

«El comunismo sólo y únicamente puede ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases poseedoras y explotadoras»[3].

 

Clara Zetkin fue una revolucionaria comunista alemana que impulsó, desde el 8 de marzo de 1911, la celebración del Día Internacional de la Mujer como jornada reivindicativa por los derechos de las mujeres obreras. Hizo un llamamiento a las proletarias a formarse y organizarse con el fin de luchar por la emancipación femenina y la igualdad política como así consta en su texto “Proclamación del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo)”.

 

Clara Zetkin tuvo un papel muy destacado durante la II Internacional luchando contra la socialdemocracia; entre 1891 y 1917 fue editora del periódico Igualdad y en 1907 se puso al frente de la secretaría internacional de la mujer creada en la primera Internacional Socialista de Mujeres (Stuttgart, Alemania) y comenzó a dirigir la nueva Oficina de la Mujer del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD).

Formó parte del SPD hasta 1917, para más tarde militar en la Liga Espartaquista, facción izquierda del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD). Además, fue miembro del Reichstag por el Partido Comunista de Alemania (KPD) entre 1920 y 1933 durante la República de Weimar.

En su texto “Solo con la mujer proletaria triunfará el socialismo” defendió que la aparición de la opresión de la mujer se produjo con el surgimiento de la propiedad privada que la situaba en una posición de subordinación respecto al hombre. Puso de manifiesto que para las mujeres obreras el debate sobre la cuestión femenina surge tras su entrada en el circuito capitalista como mano de obra convirtiéndose, así, en fuerza de trabajo. Por este motivo defendió que, a diferencia de las feministas burguesas, la lucha de las proletarias no puede ir desligada de la de los obreros, sino que ambos deben unirse en su lucha contra el capitalismo.

Zetkin sostuvo que el fin de la lucha de las mujeres era la “conquista del poder político por parte del proletariado” y la instauración del socialismo. Es por ello que promovió la formación y organización de las obreras conocedora de que esta situación era especialmente compleja por la yuxtaposición del trabajo en las fábricas y en el hogar lo que dificultaba la labor femenina en el movimiento obrero.

Además, posee destacados escritos como “Directrices para el movimiento comunista femenino”, “Fascismo” o “¡Por la liberación de la Mujer!”.

 

Nadezhda Krupskaya (1869-1939)

“Millones de personas en Rusia viven absortas por las tinieblas del analfabetismo, y me siento feliz cuando al menos una docena de ellas aprenda a leer y escribir. ¡No, no voy a descansar hasta que sean millones!”[4]

 

Nadezhda Krupskaya se convirtió desde muy joven en miembro del Círculo Marxistas, propagando sus ideas revolucionarias en la escuela para obreros. En Rusia trabajó como secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique.

Dedicó mucho tiempo al mundo de la Biblioteconomía y encabezó la organización del Sistema Bibliotecario ruso, popularizando las bibliotecas y propiciando su uso por un amplio sector de la sociedad.

Fue nombrada Comisaria de Educación del partido soviético ruso donde se encargó de la legislación educativa, la alfabetización del pueblo, la organización del sistema educativo, etc. Su interés por la educación popular la llevó a escribir una de sus mejores obras: “Gente, Educación y Democracia[5].

Dentro del sistema educativo soviético, caracterizado por una educación gratuita y laica, y por la formación ideológica comunista de manera abierta, Krupskaya defendía el método complejo de enseñanza. Este abogaba por la eliminación de un currículo dividido en materias, sustituyéndolo por una articulación multidisciplinaria de la cotidianidad de los niños a partir de la investigación de su entorno y sus intereses. Garantizaba la combinación entre enseñanza y trabajo como fuente de desarrollo y de educación; la formación libre y sin presiones de la personalidad del niño y, sobre todo, la participación real de los alumnos en la dirección de los aspectos escolares. Se acercaba al ideal marxista de la educación politécnica[6].

Con este método el trabajo productivo sería la base de la vida escolar como actividad productiva y socialmente necesaria. De esta manera se intentaba estimular el desarrollo individual como medio de construcción del colectivo, buscando, pues, la construcción del socialismo y trabajando sobre el tránsito hacia formas comunistas. El sistema educativo hará hincapié en la construcción de un futuro, transformando la escuela en un centro que fomenta la participación social, cultural y profesional.

Por todo ello, recibió la Medalla Anual a la mejor profesora y bibliotecaria de la Unión Soviética.

 

Rosa Luxemburgo (1871-1919)

“El actual y poderoso movimiento de millones de mujeres proletarias que consideran su falta de derechos políticos como una vergonzosa injusticia, es una señal infalible de que las bases sociales del orden existente están podridas y de que sus días están contados. […] La actual lucha de masas en favor de los derechos políticos de la mujer es sólo una expresión y una parte de la lucha general del proletariado por su liberación. En esto radica su fuerza y su futuro”.[7]

 

Rosa Luxemburgo fue activista del movimiento socialista desde joven. Desarrolló un especial interés por la economía política, a la que consideraba capaz de cambiar el mundo.

Pronto comenzó a realizar sus primeros escritos, despuntando en 1900 con Reforma y Revolución[8], una obra corta en la que condenaba las tesis revisionistas de los textos de Marx. Contra la crítica a la estructura dialéctica de las teorías de Marx y la posibilidad de reformar el capitalismo para lograr el socialismo, Luxemburgo se mantuvo en la ortodoxia marxista. Defendía que el único camino al socialismo sería revolucionario y que negar el inminente colapso del capitalismo era afirmar que el socialismo no es históricamente necesario, frustrando las esperanzas del marxismo y considerando factible una realidad permanentemente alienada, sin salvación[9].

Con el tiempo, se convirtió en líder de los asuntos de los partidos polaco, ruso y alemán; y organizó actividades de masa, defendió huelgas, y escribió en varios periódicos. Además, fue profesora de economía política en una escuela de Berlín donde empezó a escribir el libro Introducción a la Economía Política. La elaboración de esta obra le hizo encontrar algunas complicaciones en los trabajos de Marx que no pudo resolver. Es por ello que se puso manos a la obra y escribió La Acumulación del Capital[10], su obra más importante que pretendía ser una continuación del segundo volumen de El Capital de Marx.

Rosa consideraba que el análisis de Marx, aunque correcto, estaba incompleto. Añadió a la inevitable caída del capitalismo una nueva etapa, el imperialismo. Estableció que el capitalismo se servía de las conquistas coloniales para obtener nuevos mercados en los que colocar sus excedentes, desplazando la producción originaria y obteniendo bienes que no podrían obtener de otro modo.

Gracias a esto las crisis económicas y la explotación se exportan al resto del mundo y los países capitalistas aumentan sus beneficios y los puestos de trabajo. La búsqueda de mercados rentables llevará a conflictos entre los países capitalistas lo que desembocará en su progresivo uso del militarismo rentable para encontrar los medios de producción y fuerza de trabajo de los países no-capitalistas. Pero esto no continuará indefinidamente, acabará dándose una sobreproducción global y el capitalismo se destruirá por sus contradicciones internas, necesitando de otros sistemas económicos.

Con esta obra Rosa pone sobre la mesa temas tan importantes en la economía como el incentivo a la inversión, había creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo, dando especial importancia al crecimiento de la demanda efectiva. Además, descubrió la relación entre la expansión colonial y el capitalismo y que el imperialismo puede sostener al sistema capitalista a costa de la desintegración de las naciones precapitalistas.

 

Aleksándra Kollontái (1872-1952)

«El capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora un peso que la aplasta; la ha convertido en obrera sin aliviarla de sus labores de ama de casa y madre»[11].

 

Aleksándra Kollontái fue una revolucionaria bolchevique que militó en el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Fue miembro del Comité Ejecutivo del Sóviet de Petrogrado, del Comité Central del PCUS y actuó como representante diplomática de la URSS en países como México, Suecia o Noruega.

Fue una de las organizadoras del Primer Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras celebrado en 1918 y del que surgiría el Zhenotdel (Departamento de la Mujer) y la revista Kommunistka, de la que Kollontái integraba el consejo editorial.

Mostró especial preocupación por la situación de doble esclavitud que sufren las mujeres obreras y en sus escritos abordó temas como la abolición de la prostitución, la dificultad de la maternidad para las proletarias o la emancipación de la mujer a través del trabajo, entre otros.

En su texto “El comunismo y la familia” Kollontái analiza el papel que la mujer obrera ha desempeñado tradicionalmente en la familia bajo la dictadura de la burguesía y los cambios que conlleva en este ámbito la instauración del socialismo. Así la incorporación al trabajo asalariado provocó, por un lado, un cambio en el rol desempeñado por la mujer que adquirió independencia económica, y, por otro lado, supuso una doble carga de trabajo al tener que compaginarlo con las tareas domésticas y la crianza de los hijos e hijas. Para aliviar dicha carga Kollontái propuso fomentar los trabajos domésticos colectivos – como restaurantes o lavaderos de ropa públicos – y socializar los cuidados para que las mujeres pudieran desarrollarse en igualdad de condiciones que el hombre en la nueva sociedad.

Kollontái abogó por que, bajo el socialismo, se desarrolle un tejido social con una nueva moralidad basada en la igualdad. Es por ello que en su texto “La prostitución y cómo combatirla” defendió la abolición de la prostitución de la que afirma tiene su origen en “la propiedad privada y la dependencia directa material de la mayoría de las mujeres sobre los hombres”[12]. Menciona como causas de dicha opresión los salarios insuficientes y la dependencia económica de la mujer. Es por ello que buscó, desde la igualdad y la camaradería, luchar contra la prostitución, lo que suponía luchar contra las pésimas condiciones de vida que llevaban a las mujeres a prostituirse y crear, mediante el trabajo femenino asalariado, el camino hacia la emancipación que llegaría con el comunismo.

Además de los mencionados anteriormente destacan textos como: “El Día Internacional de la Mujer”, “Sobre la historia del movimiento de mujeres trabajadoras en Rusia” o “La emancipación de la mujer a través del trabajo”.

 

Inessa Armand (1874-1920)

«[P]ara ellas no hay tareas específicamente femeninas, distintas de las tareas comunes del proletariado, porque las condiciones de su emancipación son las mismas de las del proletariado en su conjunto, es decir, la revolución proletaria y el triunfo del comunismo»[13]

 

Fue una escritora y revolucionaria rusa de origen francés. En 1903 comenzó a militar en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) de manera clandestina, y, en 1911 se convirtió en secretaria del Comité de Organizaciones Exteriores para coordinar grupos bolcheviques en Europa occidental.

Escribió artículos para la revista socialista Rabotnitsa (la trabajadora), publicación oficial del PCUS dirigida a las mujeres, colaboró con Lenin en la fundación de una escuela marxista en Longjumeau (Francia), y en 1915 organizó la III Internacional Socialista de Mujeres en Suiza. Hasta 1920 estuvo al frente del Zhenotdel (Departamento de la mujer) desde donde apoyó la abolición de la prostitución, la igualdad en el PCUS y los sindicatos y luchó por la emancipación de las mujeres obreras y por la mejora de la protección a madres e hijos.

Inessa Armand en su texto “La obrera en la Rusia soviética” analizó la situación de opresión que sufrían las mujeres obreras a inicios del siglo XX por: el Estado, debido a la falta de derechos políticos a los que se veían sometidas; la fábrica, donde eran oprimidas como proletarias y como mujeres al verse sometidas en ocasiones a todo tipos de violencia; y por su posición en la familia, ya que además eran las que realizaban en su gran mayoría las tareas domésticas y se encargaban de la crianza de los hijos.

Armand puso de manifiesto muchas de las medidas necesarias para acabar con esta opresión entre las que destacan: la socialización de la producción, para poner fin a la explotación laboral y a la desigualdad económica, la igualdad de derechos entre el marido y la mujer, defendió que el Estado debía dirigir la educación de los menores hasta los 16 años, el permiso por maternidad ocho semanas antes y después del parto y la proliferación de comedores públicos que alivien a la mujer de la enorme carga de trabajo que supone las tareas doméstica, entre otras.

 

Conclusión

 

La opresión de las mujeres hunde sus raíces en la aparición del concepto de propiedad privada y no es hasta la incorporación femenina al proceso de producción cuando la doble opresión se intensifica y la doble carga de trabajo se hace insostenible pues al trabajo reproductivo, la realización de las tareas domésticas y al cuidado de los hijos e hijas, se suman las largas jornadas laborales.

Será a comienzos del siglo XIX, con la proliferación de organizaciones obreras, cuando las grandes ciudades se conviertan en la cuna del movimiento obrero; donde parte del proletariado empieza a tomar consciencia sobre su explotación y comienza a luchar por conseguir mejoras en sus condiciones materiales, en especial para las mujeres y niños que trabajaban en las fábricas. Con el desarrollo de la lucha de clases, de la lucha entre trabajadores y capitalistas, las mujeres comenzarían a engrosar las filas del socialismo. En este sentido, el movimiento de mujeres proletarias de Alemania se situó, durante mucho tiempo, a la vanguardia del proletariado mundial.

La propiedad privada de los medios de producción por una minoría parasitaria y la producción de mercancías bajo el capitalismo ha sumido a las mujeres en una doble opresión de la que solo podremos emanciparnos con la conquista del poder político por parte del proletariado; con la completa abolición de la propiedad privada que llevará al fin de la sociedad de clases y del Estado y, por tanto, a la edificación del comunismo. Sin la mujer obrera la lucha contra el capitalismo será estéril, ya que mujeres y hombres nos necesitamos como camaradas en la ardua lucha contra el capitalismo.

 

¡POR LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER!

¡VIVA LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA!

 

Comité Regional del Partido Comunista Obrero Español (P.C.O.E.) en la Región de Murcia

 

Referencias

 

[1] Laurier, J. (2021). Miss Marx: Eleanor Marx in the filmmaker’s own image. World Socialist Websait. Recuperado de: https://www.wsws.org/en/articles/2021/02/19/marx-f19.html

[2] Marx, E. y Aveling, E. (1886). La cuestión de la mujer.

[3] Zetkin, C. (1920). Directrices para el movimiento comunista femenino.

[4] Espinel, A. Nadezhda Krupskaya. La primera dama de la Revolución rusa.Universidad de Antioquía.

[5] Krupskaya, N. Gente, Educación y Democracia.

[6] Hernández Salamanca, O. G. (2013). La Pedagogía socialista en la URSS: fundamentos para la configuración del individuo plenamente desarrollado.

[7] Luxemburgo, R.(1912). El voto femenino y la lucha de clases

[8] Luxemburgo, R. (1900). Reforma y Revolución.

[9] Olivé, A. (2014). Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista. Marx desde cero.

[10] Luxemburgo, R. (1913). La Acumulación del Capital.

[11] Kollontái, A. (1921). El comunismo y la familia.

[12] Kollontái, A. (1921). La prostitución y cómo combatirla.

[13] Fragmento de la Resolución del Congreso Pan-ruso recogido por Armand, I. (1920). La obrera en la Rusia soviética.

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