El capitalismo niega el futuro a las nuevas generaciones

Por enésima vez, los hechos demuestran que en el capitalismo no hay, ni puede haber, futuro. Recientemente han salido a la luz unos datos que reflejan que el 61,7% de los jóvenes de entre 16 y 19 años tiene un contrato temporal, un 46,4% entre los de 20 a 24 años y un 27,6% entre los de 25 a 29 años. Por otro lado, los hogares con sustentadores que tienen entre 16 y 29 años cuentan con unos 16.000 euros anuales, y en los casos donde dichos sustentadores no cuentan con formación superior, cae hasta los 11.000 euros, un 40% por debajo de la media nacional.

También encontramos que los empresarios siguen usando fórmulas para encadenar contratos de carácter eventual, hasta que llegan al tope que les “obliga” legalmente a convertirlo en indefinido. Muchos obreros deben entonces esperar un periodo determinado para que vuelvan a llamarles para una temporada, lo que aumenta la precariedad. Observamos igualmente que ha aumentado el número de asalariados contratados por empresas de trabajo temporal, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), siendo mayoritariamente los menores de 25 años los que se encuentran en esta situación, pero también ha crecido el número de trabajadores mayores de 45 años en esta situación.

Continuando con los disparatados datos relativos al trabajo, casi dos millones de obreros perdieron su puesto de trabajo en periodo de prueba en 2023, y el 82% corresponden a contratos indefinidos. Se convierte en una nueva modalidad de contrato temporal con muy bajo coste, usando el periodo para exprimir a los asalariados para luego desecharlos en condiciones totalmente ventajosas para el burgués. En lo que respecta a los despidos registrados hay una trampa: la mitad están clasificados como “disciplinarios”, pero en muchas ocasiones, tras la denuncia del trabajador, se declaran improcedentes pero la Seguridad Social solo recoge el registro de la baja inicial; es decir, aunque se declare improcedente, queda la impronta de la jugada del burgués declarando al principio que es “disciplinario”. Por otro lado, el 43% de los despidos son objetivos (es decir, causas económicas, técnicas…).

En relación a las bajas por afiliación a la Seguridad Social, hubo en 2023 13,5 millones. En principio se registra como un 4% menos que en 2021, pero estos engañosos datos ocultan que es compensado por el aumento desmedido de los fijos discontinuos, que en el pasado mes de mayo alcanzaron la cifra de 1.089.788. Además de tratarse de trabajo precario, cuando están en temporada de inactividad no constan como dados de baja en la Seguridad Social, lo cual maquilla la nefasta situación. Por si fuera poco, los contratos indefinidos a tiempo parcial aumentaron en 2023 a 1,8 millones, según datos de la EPA.

El desenfreno en la carestía de vida y el desastroso contexto deriva en la dificultad de los jóvenes trabajadores para emanciparse. Concretamente, un 65% no puede permitirse una vivienda debido a la precariedad. En cuanto a niños y adolescentes, el 55% vive en hogares con dificultades para llegar a fin de mes, lo cual es una barrera que impide su desarrollo y la probabilidad de acceder a una vida mínimamente digna.

Otro indicador de la precariedad que se vive a nivel general, es el hecho de que más de la mitad de los mayores de 55 años destinan sus ahorros a ayudar a familiares. Es decir, los insuficientes recursos de que disponen los trabajadores hace que haya una tendencia creciente a recibir apoyo económico por necesidad.

En cuanto a la salud mental, el 34% de la población en España tiene problemas de salud mental, según el «Estudio Internacional del Grupo AXA sobre Salud y Bienestar Mental» realizado junto con el Colegio de Psicólogos de España. Los principales motivos que refieren son: sufrimiento psicológico (34%), situación económica (28%) y aislamiento social (25%). En la franja de edad que va de los 18 a los 24 años también se ven afectados por problemas de salud mental, siendo un 43% de ellos los que padecen aislamiento social. Por otro lado, según informes de UNICEF, el 41,1% de los jóvenes entre 13 y 18 años manifiesta o cree haber tenido problemas de salud mental. Hay una gran desconfianza por parte de estos jóvenes hacia los tutores en los centros educativos, y es que en España los orientadores atienden a cuatro veces más alumnos de lo recomendado por la Unesco, y por tanto hay sobrecarga de trabajo y poco tiempo para dedicar a estos asuntos. De hecho, van en aumento este tipo de patologías en los centros educativos, los docentes no cuentan con formación suficiente para ello y hay poco personal sanitario para hacerle frente.

En lo referente a la educación pública, tiene un enorme déficit de docentes y arrastra problemas de interinidad. Además, hay un auge en la educación privada, que va ganando peso en comparación con la pública y se dirigen cada vez mayores cantidades de recursos públicos hacia este negocio. Es más, recientemente hemos conocido que el Gobierno “más progresista de la historia” destinará más fondos a la educación concertada.

Por su parte, la sanidad pública también adolece de un déficit de recursos y con ello podemos observar que los servicios básicos que van dirigidos a nuestras necesidades van mermando. Por otro lado, incluso con la trampa de desviar a pacientes hacia la sanidad privada (la cual parasita recursos públicos), tenemos máximos históricos en listas de espera sanitarias, y el hecho de que muchos trabajadores tengan que optar por la vía privada solo significa que, a veces, no tienen más remedio que pagar la atención de su bolsillo, a pesar de que nuestro trabajo hace posible que existan todos los recursos y empresas de la sociedad.

También tenemos que aguantar que Yolanda Díaz, como buena administradora del capital y, de hecho, una de las favoritas de la patronal, finja “ponerse firme” ante la situación laboral. Por un lado, dice “encarecer” (de manera insignificante) el contrato a jornada parcial, continuando la existencia de este y todas las ventajas para el burgués a la hora de despedir y optar por la temporalidad que mencionamos anteriormente. Se tergiversa la situación, contando que es el patrón quien debe “pagar” más ahora por el asalariado a tiempo parcial, pero realmente son los obreros los que pagan todo, puesto que todo lo generan, así que el dinero que maneja el burgués no sale de su esfuerzo, sino de apropiarse el fruto del trabajo ajeno. Es más, si el contrato a jornada completa cada vez es más precario, con uno a jornada parcial no se puede vivir.

Pero la cosa no acaba ahí. Saben perfectamente que las pequeñas y medianas empresas no son más que clientes de los monopolios, y a las que les sobran pueden quitárselas de en medio con medidas fiscales que apenas pueden asumir, unidas a la pérdida cada vez mayor de peso en el mercado. Siendo así, para seguir fingiendo que “luchan” contra la precariedad y la temporalidad, y a la vez retrasar la caída del consumo con las pymes, estos mamporreros del capital ofrecen recursos públicos a las pymes que reduzcan la jornada de sus empleados dando más horas a quien esté a tiempo parcial, significando menores gastos para los bolsillos de estos pequeños y medianos explotadores para que puedan gastar más en las mercancías a las que dan salida las propiedades de los grandes parásitos. Como siempre, gana el patrón, como no puede ser de otra manera en un estado capitalista, y pierde el obrero, pero nos cuentan la historia al revés.

La situación es cada vez más crítica y oportunistas, representantes y lacayos de la burguesía no se saldrán nunca del marco legal capitalista. Escarban con sus discursos y actos en un terreno que saben infértil; un terreno donde no hay nada, y quieren que ahí pongamos nuestra atención. Evitarán a toda costa que conozcamos cómo funciona este sistema criminal basado en un modo de producción que se basa en el robo y la ganancia de una minoría parásita.

El panorama para la clase obrera es cada vez más desolador y no va a mejorar si nuestra clase no mueve ficha. La carga y las penurias crecen para todos los trabajadores, y esto afecta cada vez más a las nuevas generaciones, que se encontrarán en un mundo cada vez más deshumanizado, y ya observamos las terribles consecuencias que tienen para su salud y su futuro, puesto que no dejamos de venir al mundo para ser, simplemente, mano de obra en un tablero donde la visión de la realidad es cada más sesgada y todo se aleja cada vez más de nuestras necesidades.

El mal llamado “Estado de bienestar” fue creado por miedo a la Unión Soviética, ya que era un ejemplo del auténtico camino de emancipación obrera y prosperidad real para dicha clase, la cual genera toda la riqueza. Se concedió una imitación (que no podía compararse con el progreso soviético) para mantener a raya las ansias de revolución en el bloque imperialista; un espejismo para hacer creer que se trabajaba por las necesidades humanas y poco había que envidiar a la URSS, tachando a ésta, por medio de todo tipo de difamaciones, de totalitaria. Una vez desmantelado el país de los soviets, que llegó a ser guía de la clase obrera mundial, se comenzó a desmantelar el “Estado de bienestar”, pues ya no había ningún obstáculo que se opusiera al imperialismo y no era necesario destinar tantos recursos a los servicios públicos, siendo mermados año tras año.

Actualmente podemos ver muy claras las consecuencias, y ahora los recursos públicos, más que nunca, la burguesía los necesita como escudo frente a las crisis, pero no hacen más que retrasarlas, pues son inevitables. Con ello también se alarga nuestro sufrimiento y la represión que cae sobre nosotros, pues el capitalismo está en bancarrota y necesita mantenernos a raya cada vez más, y ofrecernos falsas concesiones con letra pequeña que solo nos perjudica.

La educación y los servicios sanitarios públicos son cada vez de peor calidad, y el ámbito privado va aumentando porque la burguesía necesita sacar ya ganancia de todo servicio, pues todo recurso público debe dirigirlo a la supervivencia de sus negocios y a la industria de la guerra, indispensable para mantener su control sobre las materias primas y el mercado en el mundo. El empleo es cada vez más precario, las fórmulas para deshacerse de los obreros son cada vez más ventajosas para la patronal y nos van usando de manera temporal una y otra vez, cuando les hace falta un aumento de producción durante un periodo de tiempo, reemplazando de manera efímera a todos aquellos a los que se va negando el empleo por la automatización, o por aumentar la rentabilidad de su bolsillo con menos empleados que tengan más carga de trabajo.

La merma en la capacidad de compra no solo nos dificulta una vida mínimamente digna, sino que nos lleva a crisis cada vez más frecuentes y de mayor envergadura, pues la dinámica destructiva del capital requiere un aumento de máquinas que nos reemplacen, de trabajo precario y de mayor demanda de éste por la necesidad de quienes engrosan las filas del desempleo y la inestabilidad laboral, y con ello los parásitos tendrán cada vez más pérdidas, aumentarán las deudas, los despidos, la inflación, etc., y lo pagaremos nosotros, la clase obrera, como ocurre siempre. Es con esto con lo que se encuentran nuestros jóvenes, y no va a frenar. Debemos detenerlo nosotros organizados como clase, y acabar para siempre con el Estado que usa la burguesía para reprimirnos y mantenernos en esta vorágine de miseria y barbarie.

Las nuevas generaciones son totalmente necesarias para revitalizar el movimiento obrero, y aplastarlas y deshumanizarlas es necesario para quienes controlan los medios de producción, que conocen muy bien la importancia de la desmovilización y la manipulación para ganar la batalla ideológica. Ante un mundo en guerra y con la bancarrota del imperialismo que agoniza pero se resiste a morir, toda la clase obrera mundial sufre por los actos de una minoría parásita y criminal. Comencemos a organizarnos como clase y a unir todas las luchas en una contra la burguesía, con la especial importancia que tiene no solo cuidar, sino incluir a las nuevas generaciones en el combate contra el capitalismo. Hacemos un llamamiento a todos aquellos obreros que conozcan la necesidad de luchar de manera colectiva defendiendo nuestros intereses como la clase que produce todo y solo es retribuida con miseria. Por nuestro porvenir y el de nuestros jóvenes, debemos engrosar las filas de la lucha revolucionaria, comenzar a fortalecer el sindicalismo de clase para deshacernos de falsos guías que solo trabajan para la patronal, y construir así la única alternativa a la barbarie: una democracia obrera. Dadas las condiciones actuales, el germen debe ser un Frente Único del Pueblo para aunar fuerzas, oponernos al capital y convertir en una todas las luchas por nuestros intereses, ya que todos nuestros males tienen su raíz en este criminal sistema. En el PCOE lo tenemos claro y no dejaremos de demostrar que en el capitalismo no hay futuro. Solo lo habrá rompiendo con él y construyendo el socialismo.

 

¡Socialismo o barbarie!

 

Comisión de Movimiento Obrero y de Masas del Comité Central del PCOE

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